Transparencia 2.0: así cambia el nuevo Código de Conducta de Influencers en España

Desde el 1 de octubre de 2025, el ecosistema digital español da un nuevo paso hacia la transparencia publicitaria. Ha entrado oficialmente en vigor la actualización del Código de Conducta sobre el uso de influencers en la publicidad, promovido por AUTOCONTROL, la Asociación Española de Anunciantes (AEA) e IAB Spain, con el apoyo de instituciones públicas como el Ministerio de Consumo y la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial.


Este nuevo Código, revisado por primera vez desde su aprobación en 2021, refuerza el papel de la autorregulación en un entorno cada vez más complejo, en el que la frontera entre el contenido orgánico y el publicitario es más difusa que nunca. Con cerca de 1.000 entidades adheridas—entre marcas, agencias, plataformas y creadores—, el texto aspira a ofrecer mayor seguridad jurídica y a consolidar buenas prácticas en el marketing de influencia.


¿Qué cambia respecto al Código de 2021?


La versión de 2021 fue pionera al exigir que los contenidos patrocinados fueran claramente identificables mediante etiquetas o menciones explícitas («#publi», «#ad», «en colaboración con…»). Sin embargo, la práctica diaria demostró que seguían existiendo zonas grises: colaboraciones no declaradas, obsequios encubiertos o menciones ambiguas que confundían a la audiencia.


El nuevo Código 2025 avanza precisamente en esa dirección:


  • Introduce una lista de indicios que permite determinar cuándo un contenido puede considerarse publicitario, incluso sin prueba directa del acuerdo comercial.
  • Amplía y actualiza el anexo de plataformas digitales, especificando cómo debe identificarse la publicidad en cada una (YouTube, Instagram, TikTok, Twitch, etc.).
  • Añade previsiones específicas sobre contenidos generados con inteligencia artificial, la intervención de menores de edad y la responsabilidad de las distintas partes (marcas, agencias e influencers).

En resumen: donde antes había recomendaciones generales, ahora hay criterios concretos y trazables.


Formación y profesionalización del influencer


Otra de las grandes novedades es el Certificado de Capacitación Básica para Influencers sobre normativa publicitaria, lanzado por AUTOCONTROL dentro del programa europeo AdEthics, impulsado por la European Advertising Standards Alliance (EASA). Más de 700 influencers ya están inscritos en esta formación online que acredita el conocimiento de las normas de identificación de contenido publicitario.


Este paso es decisivo, ya que profesionaliza un sector que hasta hace poco se movía entre la intuición y la improvisación, y refuerza la responsabilidad compartida entre creadores, agencias y anunciantes.


Un nuevo estándar de transparencia digital


Con estas mejoras, el Código 2025 busca no solo facilitar el cumplimiento normativo, sino fortalecer la confianza entre marcas, consumidores y creadores. Las marcas adheridas podrán demostrar su compromiso con la ética publicitaria y evitar sanciones o crisis reputacionales derivadas de una comunicación engañosa.


En un entorno en el que la inteligencia artificial genera y distribuye contenidos a una velocidad sin precedentes, la transparencia deja de ser una opción: se convierte en un valor competitivo y en una exigencia regulatoria.


Conclusión


El nuevo Código de Conducta no sustituye al de 2021, sino que lo eleva al siguiente nivel. Pasa de la simple autorregulación a un marco de corresponsabilidad, en el que todos los actores—desde las grandes marcas hasta los microinfluencers—comparten una misma meta: que la publicidad sea clara, ética y reconocible.


Como siempre, cuidad los datos y ¡cuidaos!


Para acceder al Código de Conducta, haga clic aquí.

Dinamarca da un paso valiente contra los deepfakes: ¿la era del copyright personal ha comenzado?

En un contexto internacional marcado por el auge de las tecnologías de inteligencia artificial generativa y la proliferación de contenidos manipulados—especialmente los conocidos deepfakes—, Dinamarca ha sorprendido al mundo con una propuesta legislativa pionera: reconocer a cada persona derechos de autor sobre su imagen, voz y cuerpo. Este enfoque, profundamente innovador, busca dotar a los ciudadanos de herramientas legales más efectivas para frenar el uso no autorizado de sus características personales en entornos digitales, especialmente ante la amenaza que representa la IA generativa.


¿En qué consiste esta propuesta de ley?


Dinamarca está dispuesta a modificar su legislación en materia de derechos de autor para permitir que cualquier individuo pueda reclamar la titularidad sobre la explotación no autorizada de su imagen, voz o incluso movimientos corporales generados artificialmente.


La iniciativa surge como respuesta a la creciente difusión de videos falsos creados mediante IA, algunos de ellos extremadamente realistas, que suplantan rostros, voces y gestos de personas reales —famosas o no— sin su consentimiento. La normativa danesa, aún en fase de desarrollo, podría constituir una base legal sólida para exigir la retirada de contenidos deepfake, solicitar indemnizaciones por daños morales o patrimoniales y, en algunos casos, emprender acciones penales.


¿Por qué es revolucionaria?


Tradicionalmente, los sistemas jurídicos occidentales no han reconocido derechos de autor sobre la apariencia o la voz de una persona, dado que el copyright está reservado a «obras» con originalidad y autoría. Las personas físicas disponen de mecanismos como el derecho a la propia imagen o al honor, pero estos derechos no tienen la misma fuerza automática ni vocación preventiva que el copyright.


Dinamarca propone fusionar el enfoque de los derechos de la personalidad con la lógica del derecho de autor y, así, permitir que un individuo pueda actuar como si fuera titular de una obra cuando se explota su identidad digital. Esto abriría la puerta a mecanismos de takedown similares a los que ya existen en plataformas como YouTube para proteger obras musicales o audiovisuales.


¿Qué pasa en otros países?


  • En Estados Unidos, algunos estados como California o Illinois han aprobado leyes específicas para proteger la «voz» o el «aspecto» de las personas, pero desde la óptica del derecho civil y no del copyright.
  • En la Unión Europea, los derechos a la imagen y a la protección de datos (como el artículo 8 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE) ofrecen una cierta cobertura, pero no otorgan un control automático ni un derecho de explotación patrimonial.
  • En España, el derecho a la propia imagen (LO 1/1982, de 5 de mayo) y la protección de datos (RGPD y LOPDGDD) son las herramientas disponibles, pero no permiten reclamar una «autoría» sobre nuestra voz o cuerpo. Sería necesaria una reforma legal de calado para incorporar esta perspectiva.

¿Un camino hacia la soberanía digital individual?


La propuesta danesa abre un nuevo paradigma jurídico, que reconoce que en la era digital el individuo no solo necesita proteger su intimidad, sino también ejercer control económico y moral sobre su identidad digital. Si prospera, podría marcar el inicio de un nuevo enfoque europeo para enfrentar los retos que plantea la IA generativa, los deepfakes y la manipulación de contenidos.


El debate está servido: ¿deberíamos tener copyright sobre nosotros mismos?


Como siempre, cuidad los datos y ¡cuidaos!


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