He leído y acepto …

Así acaban (los que cumplen) los formularios web, justo antes de pulsar el botón de Enviar. La frase completa es “He leído y acepto la Política de Privacidad” e incluye un casilla para marcar (si no se marca, no se puede enviar el formulario) y un enlace para que el usuario pueda navegar cómodamente a ver las condiciones en que presta su consentimiento. Y prestarlo, o no, en función de estas condiciones.

El consentimiento es una de las bases de licitud de tratamiento más importante y más ampliamente utilizada de las que reconoce el arte. 6.1 RGPD. Hay otros como la ejecución de un contrato (por ejemplo, de servicios), por obligación legal (si lo pide un juez) o el interés legítimo, verdadero cajón de sastre para meter permisos de tratamiento de lo más variado.

Los usuarios somos cada día más conscientes de la importancia de ejercer el control sobre nuestros datos personales. Pero, ¿sabemos realmente lo que aceptamos cuando prestamos el consentimiento? ¿De verdad leemos la Política de Privacidad, las Condiciones de Uso o de Contratación? O, puestos a pedir, ¿leemos la Política de Cookies?

Y lo que es más importante, además de leer, ¿entendemos lo que dice? ¿Somos capaces de anticipar las consecuencias de nuestra decisión? ¿Estamos manifestando una voluntad en base a una decisión racional e informada que manifestamos de forma libre y espontánea? Porque así lo exige el Reglamento.

La cuestión no es sencilla de resolver. A pesar de que con el RGPD las condiciones del consentimiento se han endurecido, la realidad es que al final del día tenemos que prestar el consentimiento varias veces, desde comprar por internet hasta ver las noticias de un diario, pasando por infinidad de situaciones cotidianas (por ejemplo, actualizaciones de apps que renuevan las condiciones) que nos agotan y nos hacen optar por marcar la casilla del consentimiento sin cumplir las condiciones.

Esto sin contar que en la red encontramos, todavía, muchos formularios que no tienen Política de Privacidad o que, si la tienen, no es clara, es larga y farragosa con la letra muy pequeña y, en muchas ocasiones, las finalidades del tratamiento no se corresponden con la realidad o se incluyen cláusulas inaceptables por el usuario.

Todos tenemos claro que nuestros datos son muy valiosos para empresas que los monetizan compartiéndolos o vendiéndolos a intermediarios que crean perfiles y usando técnicas de Big Fecha, Inteligencia artificial y otras tecnologías punteras saben, cada día más y mejor, cuáles son nuestros hábitos, intereses y preferencias.

Vigilemos a quien damos nuestro consentimiento y hagamos lo posible para leer y entender las políticas de privacidad. Es importante.

Otro día explicaremos cómo leer y entender un texto legal de protección de datos.

Mientras tanto, cuidaos!

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